top of page

La paradoja del chimpancé

Por Steve Peters

En mi trabajo como psiquiatra, profesor de universidad y coach de deportistas de élite, la gente suele hacerme comentarios y plantearme preguntas relacionadas con problemas personales que no consiguen entender o resolver. ¿Cómo puedo ganar confianza en mí mismo y ser feliz? ¿Cómo puedo mantenerme motivado y tener más éxito en lo que hago? ¿Por qué me preocupo tanto? ¿Por qué no puedo tomar decisiones? ¿Por qué dejo que las emociones me impidan explotar mi potencial en el ámbito profesional?... La lista es interminable.

CAPACITACION

Introducción

 

Para dar respuesta a estas y a otras muchas preguntas he creado un modelo, que denomino “El modelo del Chimpancé”, que pretende ayudarle a entender cómo funciona su mente. El modelo es una guía sencilla para saber por qué piensa y actúa como lo hace, de tal forma que le sea de utilidad en su desarrollo personal y en la mejora de todos los ámbitos de su vida.

Pero, antes de entrar en los detalles, es necesaria una aclaración metodológica importante: este modelo se sustenta en hechos científicos, pero la mente es muchísimo más compleja de lo que el modelo describe. Solo es una simple representación que nos ayuda a entender la ciencia de la mente de tal forma que resulte fácil ponerla en práctica en nuestra vida diaria. También nos puede ayudar a entender cómo hemos sido en el pasado, cómo somos en el presente y cómo podemos mejorar en el futuro. Si este modelo no le resulta útil (y no lo será para todo el mundo), no tire la toalla, busque algo que sí le funcione e intente mejorar su calidad de vida.

 

La mente psicológica

En su cabeza conviven dos personalidades muy diferentes: el Humano y el Chimpancé. Trabajan usando dos cerebros distintos que intentan cooperar. A veces sus dos “yo” se ponen de acuerdo sobre lo que hay que hacer, y entonces no hay problema. Pero suele ocurrir que no están de acuerdo. Si uno de ellos se hace con el control de la toma de decisiones, esta personalidad será la dominante, y es la que usted presentará al mundo que le rodea. Admitir la existencia de estas dos personalidades le ayudará a comprenderse mejor y también a gestionar cada una de ellas para obtener lo mejor que pueden ofrecerle.

Veamos un ejemplo donde el ganador es el Chimpancé, nuestra máquina emocional de pensar. Rob espera a su novia Sally, a la puerta de un cine, y han quedado en encontrarse a las 8.30. Ya son las 9 y ella no aparece. Su Chimpancé piensa emocionalmente: “Es tarde. No me ha dicho qué pasa. Estoy perdiendo el tiempo. Ella no merece la pena. Me ha humillado”, y sigue y sigue. De repente llega Sally y, antes de que ella pueda abrir la boca, el Chimpancé de Rob ataca: “¿Por qué has llegado tan tarde? ¡Me has hecho quedar como un idiota! ¿Qué sentido tiene entrar ahora si la película ya ha empezado?”, y muchos ataques más. Entonces se calla y Sally interviene:

“Han agredido a una mujer a la vuelta de la esquina. Acudí a ayudarle y llamé a la policía y a una ambulancia. He venido corriendo en cuanto llegaron los médicos. Siento no haber podido avisarte, pero ha sido todo muy agobiante”. Ahora Rob se siente bastante mal, y su Chimpancé cambia la emoción por la del remordimiento. Pero el daño ya está hecho.

En este ejemplo podemos empezar a ver la forma tan distinta que tienen de actuar nuestras dos mentes. El Chimpancé saca conclusiones rápidas, no espera a que le llegue toda la información, y puede basar sus decisiones en meros sentimientos o impresiones. Además piensa en blanco o negro, el gris no forma parte de su análisis, y no tiene en cuenta las interpretaciones alternativas a lo que pueda estar sucediendo. Es bastante desconfiado y detecta intriga o malicia en el comportamiento de los demás, tras lo cual permite que su imaginación se desboque hasta el punto de pensar de forma catastrofista, paranoide o irracional, perdiendo la perspectiva de las cosas. Todo esto le produce al Chimpancé un terrible sentimiento de abatimiento y desesperanza, y se le encoge el corazón.

El Chimpancé es la máquina emocional que todos tenemos. Proporciona pensamientos emocionales y sentimientos que pueden ser muy constructivos o destructivos. No es ni bueno ni malo, es un Chimpancé. “La paradoja del Chimpancé” estriba en que puede ser su mejor amigo o su peor enemigo, incluso al mismo tiempo.

Esa forma de pensar del Chimpancé tiene una razón de ser, pero antes de analizarla veamos cómo piensa el Humano. El cerebro Humano empieza a analizar lo que está pasando mediante un establecimiento de los hechos, buscando evidencias y pruebas. Está abierto a nuevos datos y tiene la capacidad de cambiar su forma de pensar y de entender el punto de vista de otros. Irónicamente, el pensamiento racional y lógico parte a menudo del Chimpancé, que activa el cerebro Humano como si fuera una especie de campanilla (esta es una de las reglas del funcionamiento cerebral). Sin embargo, el Humano mantiene las circunstancias dentro de un contexto y es capaz de pensar en tonos de gris, evitando emitir juicios. El Humano acepta que en ocasiones quizá no alcance la verdad, que a lo mejor no hay una respuesta, o que todo puede ser cuestión de opinión.

¿Cómo es posible que el Chimpancé y el Humano tengan dos formas tan diferentes de pensar? La causa está en que ambos tienen “programas” o propósitos distintos: el programa del Chimpancé es la supervivencia, mientras que el del Humano es realizarse, convertirse en la persona que se quiere ser y conseguir las cosas que se desea alcanzar. Las diferencias entre ambos programas explica por qué a menudo se produce un choque violento entre los dos seres.

Los dos programas principales del Chimpancé son engendrar la siguiente generación y garantizar su propia supervivencia (evitando todo daño). Esta es la forma que tiene la naturaleza de perpetuar la especie. Otros objetivos secundarios, aunque no menos importantes, incluyen atraer a una pareja, marcar un territorio, buscar alimento o encontrar refugio, pero el impulso sexual y la propia supervivencia se sitúan en lo más alto de su lista de prioridades.

Por su parte, algunos Humanos llevan una vida que se basa en alcanzar lo mínimamente necesario para sobrevivir y otros intentan realizarse y sentirse satisfechos con la vida. Uno de los programas principales del Humano consiste en establecer normas sociales y operar con principios éticos y morales, buscando en todo momento vivir en armonía y en paz. Otros objetivos varían mucho entre uno y otro individuo, pero la mayoría se basa en la felicidad y el éxito, independientemente de cómo se definan estos conceptos.

Como vemos el Chimpancé y el Humano tienen programas diferentes, y para cumplirlos funcionan usando dos principios muy distintos. El Chimpancé se rige por la “ley de la selva”, mediante impulsos e instintos automáticos, innatos y muy poderosos. El Humano opera mediante leyes sociales, usando impulsos éticos y morales intensos.

El mayor reto para el humano individual es, con diferencia, vivir con un animal que está decidido a vivir según sus leyes (perfectas para una selva, pero a veces problemáticas en una sociedad humana), y a usar impulsos e instintos tremendamente poderosos para conseguir sus propósitos.

Si usted tiene que hablar en público, puede que note que se le encoge el estómago y sienta una gran ansiedad a medida que se acerque el momento de su intervención. Esto se debe a que el Chimpancé ha activado la respuesta automática de “lucha, huida o inmovilidad” con que la naturaleza le ha dotado ante cualquier peligro real o imaginario. Por consiguiente, al pensar emocionalmente, tiene una reacción catastrofista para ponerlo a salvo. La realidad es que no es cuestión de vida o muerte, pero el Chimpancé no lo sabe. Así que cuando está a punto de hablar, el Chimpancé, para muchos de nosotros, ya se ha puesto histérico y grita: “Pero ¿qué haces? ¡Estás ante un peligro terrible!”. Si usted, el Humano, intenta calmar al Chimpancé, este seguirá contraatacando: “¿Y si parezco un idiota?”, “¿Y si cometo un error?”. Y sigue y sigue. Por el contrario, el Humano le dice: “No es más que un discurso”, “Puedo encajar las críticas”, “Deja de sacar las cosas de quicio”, etc. Con ese ejemplo podemos empezar a darnos cuenta de cuál es la lucha que se genera en nuestra mente. A continuación veremos estrategias para salir airosos de estos debates internos.

 

Cómo gestionar su Chimpancé

 

Amy se dirige al trabajo en coche y otro conductor le cierra el paso de repente. Sus dos cerebros (el Humano y el Chimpancé) se ponen en marcha.

El Humano dice: “¡Qué barbaridad! Me da pena que la gente se comporte así. Yo no hago lo mismo, y lo mejor es olvidarlo, porque no es importante para mí”. Sin embargo, el Chimpancé interior le dice: “Ya me he enfadado, ese hombre me ha ofendido y estoy furiosa. Necesita que le den una lección porque intenta ser más que yo, no se va a salir con la suya”.

Si el Humano no sabe cómo controlar al Chimpancé, este se hace con el control. El Chimpancé pisa el acelerador, se acerca todo lo posible al “enemigo” y le hace un gesto grosero con la mano. El Chimpancé enemigo se da cuenta de lo que está pasando y le devuelve el gesto. La batalla simiesca acaba de empezar y se prolonga durante varios kilómetros, hasta que el Chimpancé enemigo toma un desvío y “dice adiós” con la mano. Cuando llega al trabajo, su Chimpancé está más agitado e irritado que antes. Tarda varias horas en olvidarse del tema.

Esa noche Amy se reúne con una amiga y le cuenta lo sucedido. La amiga le dice: “¿Y por qué no te olvidas del tema?”. Como el Chimpancé de Amy ya se ha cansado, el Humano de su mente ya puede hacerse con cierto control de la situación. Dado que ahora su Chimpancé se ha puesto a dormir, Amy responde de forma más lógica, y su Humano dice: “Ya sé que es una estupidez, no sé por qué me pongo así. A veces me odio por perder los papeles de esta manera”.

¿Por qué hay ocasiones, como en el caso de Amy, en que parece que no podemos controlarnos y es nuestro Chimpancé el que toma las decisiones por nosotros? La respuesta es sencilla: el Chimpancé emocional es cinco veces más fuerte que el Humano. Por lo tanto, usted tiene que aprender a dominarlo si pretende ser la persona que quiere ser. Pero intentar controlar al Chimpancé a base de fuerza de voluntad no sirve de nada.

El primer paso para triunfar en esta batalla consiste en identificar en cada situación en concreto quién está al mando. La regla de oro es que, siempre que tenga sentimientos, pensamientos o conductas que no quiere o no le gustan, es su Chimpancé el que se ha hecho con el control. Por ejemplo, si está preocupado por algo debe preguntarse si realmente quiere estar preocupado. Si la respuesta es “no”, entonces no es usted quien se inquieta, sino su Chimpancé. También es posible que el Chimpancé y el Humano se muestren de acuerdo, en cuyo caso no existirá conflicto. Así, por ejemplo, si tiene usted la gripe y está guardando reposo en casa, su Chimpancé y su Humano estarán de acuerdo en la afirmación “no me siento bien, así que será mejor que no me ponga a contestar los correos electrónicos que me llegan del trabajo”.

El segundo paso para gestionar sus conflictos mentales pasa por entender el proceso fijo por el que el cerebro recibe su información: en cualquier situación todos los datos entrantes pasan primero por el Chimpancé. El Chimpancé decide si hay algo por lo que deba preocuparse. Si no lo hay, se aparta y cede el control al Humano. Si el Chimpancé se inquieta, se hará con el riego sanguíneo del cerebro y tomará sus propias decisiones sobre lo que está pasando.

El Chimpancé y el Humano pueden cooperar eficazmente. El Chimpancé, con sus instintos e impulsos, puede mantenernos a salvo y preservar nuestra salud. Puede decirnos cuándo comer y dormir, advertirnos sobre un peligro y decirnos cómo afrontarlo. Para la mayoría de nosotros, la norma es funcionar todo el día basándonos en nuestras emociones, lo cual no tiene nada de malo. Los problemas llegan cuando el Chimpancé nos sugiere que hagamos algo que no es correcto, que no nos gusta ni queremos hacer, y le permitimos que nos controle porque no sabemos cómo impedir que nos domine.

Como hemos dicho, intentar utilizar la fuerza de voluntad con un Chimpancé es estéril, ya que es cinco veces más fuerte que el Humano. Así que el tercer paso para hacerse con el control de cualquier situación es el siguiente: no intente controlar a su Chimpancé… gestiónelo, dándole lo que necesita.

Si usted satisface las necesidades de su Chimpancé, este estará en disposición de escucharle cuando le hable. Por ejemplo, si su Chimpancé se siente inseguro, tiene que proporcionarle seguridad antes de poder tratar con él. Si usted tiene un Chimpancé agresivo y dominante, hacer algo tan sencillo como practicar un deporte puede ser una manera socialmente aceptable de satisfacer ese impulso primitivo de conducta dominante. De esa forma, el Chimpancé será feliz y usted podrá vivir sin que le incordie.

Los impulsos y necesidades principales del Chimpancé son exclusivos de cada uno, pero en la mayoría de los Chimpancés son una combinación de poder, territorio, ego, dominancia, sexo, alimento, comunidad, seguridad y curiosidad.

Una cuestión importante para alimentar al Chimpancé es su postura frente al reconocimiento y la alabanza. Los Chimpancés son como los niños en el sentido de que buscan la alabanza externa, mientras que los Humanos son como adultos, usan la alabanza interior y se evalúan a sí mismos. Por supuesto, los Humanos disfrutan del reconocimiento y la alabanza, pero generalmente no andan buscándolos.

A los Chimpancés les gusta que el macho alfa (es decir, personas a las que consideran importantes) los alabe y reconozca su valía. El Chimpancé no se equivoca al pedir esto, de manera que, aunque usted, como Humano, no necesita que otros lo alaben y reconozcan su valor, seguramente su Chimpancé sí lo necesita, así que no lo defraude y proporciónele esa calma que desea. Las consecuencias de no solicitar educadamente el reconocimiento y la alabanza (siempre que se merezcan, claro) son que su Chimpancé se enfadará sintiéndose resentido e infravalorado. Por lo general, esto generará interacciones emocionales negativas. Así que más vale alimentar a su Chimpancé que tener que vérselas con él en situaciones que le incomodarán.

Lo anterior es útil para gestionar a su Chimpancé a largo plazo: usted lo alimenta con paciencia, poco a poco, y él se calma. Pero ¿cómo podemos pararle los pies al Chimpancé a corto plazo, ahora mismo? Como en cualquier asunto relacionado con la mente no hay recetas fáciles, pero vamos a explicar a continuación dos estratagemas: deje a su Chimpancé que hable y, después, métalo en una jaula.

Si su Chimpancé está agitado o molesto por algo, lo primero que debe hacer es liberar esa emoción u opinión. Permitir que el Chimpancé exprese libremente su emoción le tranquilizará, y entonces podrá atender a razones. Expresar una emoción significa dejar al Chimpancé que diga lo que piensa, por irracional que sea, y durante el tiempo que sea necesario. Observe que en la práctica esto puede hacerse en la intimidad (“escuchando” a su Chimpancé o anotando por escrito lo que le “dice”) o con el apoyo de un amigo o familiar que esté dispuesto a colaborar con usted. Cuando hablamos sin reprimirnos, la imagen de la realidad se vuelve más diáfana.

Una vez que el Chimpancé haya dicho todo lo que tiene que decir será como quitarse un peso de encima. Recuerde que quizás el Chimpancé tenga algunas cosas con las que se siente muy mal, y el Humano debe abordarlas. A continuación será el momento de “enjaular” al Chimpancé. Si creemos que ya se ha desahogado lo suficiente y está en condiciones de recibir información, podemos abordar sus temores e inquietudes hablándole. Usando los hechos, la verdad y la lógica, podremos seguir calmando al Chimpancé, razonar con él, y llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes.

Si el Humano no tiene argumentos sólidos, basados en hechos, es poco probable que el Chimpancé se tranquilice. Imagine que ha sido víctima de una injusticia y su Chimpancé clama venganza. Su Humano no puede limitarse a decirle al Chimpancé: “Supéralo, hay montones de personas que pasan por esto”. Esta respuesta no es muy útil, porque se basa en parte en la verdad y en parte en una orden o un deseo (“supéralo”). Una respuesta mejor y más lógica sería: “Ha habido una injusticia, pero puede que esta en concreto no se resuelva nunca, y hemos de poner un límite a nuestros esfuerzos por hacer justicia. Soy adulto y puedo superar este problema. Este episodio pronto será historia y tengo que dedicar mis energías a asuntos más importantes para mí”.

Al Chimpancé nunca lo dominamos (recuerde, él es cinco veces más fuerte que usted), solo lo gestionamos. Hay una gran diferencia.

 

El tercer elemento: el Ordenador de su mente

Ahora que ya conoce el funcionamiento de su Chimpancé y su Humano, ha llegado el momento de presentarle un tercer sistema que interactúa en su mente: el Ordenador.

Cuando usted nace, su Ordenador es un disco duro “vacío”. No tiene pensamientos originales, ni capacidad de interpretación. Son el Humano y el Chimpancé los que, de manera consciente o inconsciente, van introduciendo a lo largo del tiempo conductas y creencias en el Ordenador. La eficacia de su funcionamiento dependerá de lo útiles y auténticos que sean esos datos que se van insertando en los “circuitos” de su Ordenador.

Podemos decir que el Ordenador funciona a una velocidad unas cuatro veces superior a la del Chimpancé, y veinte veces más rápido que el Humano. Por consiguiente, si el Ordenador funciona bien, puede ejecutar comandos a una velocidad asombrosa y con total precisión y, además, antes de que el Chimpancé o el Humano hayan tenido tiempo de pensar o actuar.

Dentro del Ordenador hay cuatro elementos que condicionan su modo de funcionamiento:

  • El Piloto automático es una creencia o conducta constructiva o útil, como, por ejemplo, montar en bicicleta, mantener la calma cuando algo va mal, centrarse en las soluciones en vez de en los problemas, atarse los zapatos, organizarse y disciplinarse como rutina, o tener una imagen propia positiva.
     

  • El Duende es una creencia o conducta inútil o destructiva que se puede eliminar. Así por ejemplo, tener expectativas sobre la vida o una tarea en concreto no realistas o razonables es un Duende que trae consigo la frustración, la ira o la decepción. Pero veremos que estas conductas se pueden eliminar o, por lo menos, se puede reducir su influencia en nuestras decisiones.
     

  • El Trasgo es una creencia o conducta inútil o destructiva que está muy arraigada y es tremendamente difícil de erradicar. Por regla general, los Trasgos se introducen antes de que la persona cumpla los 8 años de edad, de ahí que sea tan complicada su neutralización. Un ejemplo de Trasgo es cuando los padres le dan a entender a un hijo que su valía en la vida dependerá de lo que consiga, en lugar de transmitirle el mensaje de que simplemente tiene valor por ser quien es, con independencia de los éxitos o cosas materiales que pueda acumular en su vida.
     

  • La Piedra de la Vida contiene los valores y creencias en función de los cuales una persona vive su vida. Está compuesta por afirmaciones que usted considera ciertas sobre la manera en que funciona el mundo (la vida no siempre es justa, no hay garantías de nada…), valores en los que usted cree (la familia es más importante que el trabajo, ser altruista es una virtud…) y propósito vital (las respuestas que cada uno da a la pregunta “¿qué debo hacer con mi vida?”, como ser feliz, aprovechar la vida al máximo, ayudar a los demás…).
     

Tanto el Humano como el Chimpancé usan el Ordenador como banco de datos para la toma de decisiones. Cuando tiene lugar una experiencia, el Humano y el Chimpancé interpretan lo sucedido y luego recurren al Ordenador para consultar las experiencias, creencias o recuerdos previos allí almacenados. Una decisión o un curso de acción puede verse influido por esta información almacenada.

 

Cómo gestionar su Ordenador

El funcionamiento automático se basa en creencias y conductas almacenadas. Para que el Humano y el Chimpancé se aparten de la toma de decisiones y permitan que el Ordenador asuma el control, tiene que programarlo correctamente. Si no funciona bien o no sabe qué hacer, entonces el Humano y el Chimpancé se mantienen despiertos e interfieren.

Como hemos visto, las conductas y creencias útiles y constructivas son los Pilotos automáticos, mientras que las conductas y creencias inútiles, los Duendes. Para gestionarlos correctamente, lo primero que tiene que hacer es identificar los Duendes de su Ordenador y eliminarlos sustituyéndolos por Pilotos automáticos. Recuerde que el motivo de que esto sea tan importante es que, siempre que el Humano o el Chimpancé reciben una información, primero consultan al Ordenador para ver si contiene algo que deban saber o recordar antes de actuar. Si encuentran comentarios constructivos y útiles de un Piloto automático, los aceptarán y actuarán correctamente. Si el que les facilita la información es un Duende destructivo, es probable que actúen en consecuencia. Puede que el Duende haga que el Chimpancé entre en un estado emocional indeseable, y que angustie al Humano, lo cual producirá un resultado negativo y, probablemente, una conducta de la que luego se arrepentirá.

Veamos un ejemplo frecuente de cómo eliminar un Duende convirtiéndolo en Piloto automático.

A lo mejor usted se lamenta de no saber decir que “no” a nadie, lo cual al final le hace sentirse molesto porque carga con demasiadas cosas o se siente furioso porque tiene más trabajo que hacer. El Duende consiste en decir que “sí” cada vez que alguien le pide que haga algo, porque “si digo que ‘no’, doy la imagen de ser egoísta y perezoso…”. Es necesario que sustituya este Duende por alguna verdad más útil, como, por ejemplo, “decir que no es la respuesta adecuada de un adulto que respeta su propia capacidad de trabajo o sus límites”; “las personas realistas aceptarán que les diga que no, y admitirán que tengo derecho a hacerlo”; “las personas respetan a quienes son capaces de decir que no”.

Una manera de no decir que sí a todo el mundo es atajar el ciclo en su comienzo. Por tanto, cuando alguien le pida que haga algo, conceda a su Humano la posibilidad de pensar, dando una respuesta automática como: “Necesito un momento para ver si esto cabría en mi agenda”. Una vez que se acostumbre a responder así, tendrá la posibilidad de tomar decisiones sabias.

A veces cuesta varios intentos y bastante tiempo eliminar a un Duende, pero si se es persistente, acaban por desaparecer. Para que funcione, tiene que encontrar verdades (sus verdades) y reforzarlas constantemente, hasta que estén bien arraigadas en el Ordenador y la nueva ruta cerebral se convierta en algo natural.

Cuando se reúne un buen grupo de Duendes, puede resultar difícil separarlos. Parece que cada Duende refuerza al que tiene al lado. Por ejemplo, supongamos que está a punto de reunirse con algunos de los familiares de su pareja. Su Ordenador tiene unos cuantos Duendes que empiezan a despertarse y a poner nervioso a su Chimpancé diciéndole cosas como:

  • Tengo que causar buena impresión.

  • Me juzgarán.

  • Seguramente no tendremos nada en común.

  • Si hago alguna tontería pensarán que soy estúpido.
     

La manera de reconocer a cada Duende y su forma de trabajar juntos es anotarlos en un papel a medida que se hagan sentir. Anotarlo en un papel significa que usted podrá obrar para eliminarlos uno a uno. Si pretende arremeter contra todos ellos a la vez, es muy poco probable que consiga nada, porque cada uno necesita su propia respuesta basada en la verdad y en la lógica para eliminarlo y sustituirlo por un Piloto automático.

Las respuestas que debe proporcionar son las que le parezcan ciertas, porque, si no, los Duendes no se moverán. Por lo tanto, tiene que pensar en la verdad que usted cree. Cuando haya encontrado las respuestas, debe ponerlas por escrito y recordárselas hasta que se integren en su forma de pensar. Haga lo que haga, no intente lavarse el cerebro ni convencerse de algo que no cree, porque esto no detendrá a los Duendes. Algunas respuestas que puede proporcionar a este caso en concreto pueden ser:

  • Solo puedo ser yo mismo. No tengo por qué caerle bien a todo el mundo.

  • Me conocerán y no puedo evitar que me juzguen, pero sí disfrutar de ser quien soy.

  • Da igual si tenemos o no algo en común: siempre puedo interesarme por ellos y escucharlos.

  • Si hago alguna tontería no será intencionada. Lo haré lo mejor que pueda, y lo que ellos hagan es cosa suya.
     

Los Pilotos automáticos y los Duendes se incorporan al Ordenador con la experiencia, incluyendo los intercambios de opiniones y las enseñanzas recibidas. Por lo tanto, cuando en esta vida tenga una experiencia, la interpretará. Si la interpreta de forma negativa e inútil, en el Ordenador aparecerán Duendes para referencias futuras. Si interpreta un suceso o la experiencia de forma positiva o constructiva, insertará un Piloto automático en el Ordenador. Por consiguiente, es importante que, cuando introduzca cosas en el Ordenador, reflexione a fondo sobre la experiencia que ha tenido y que la interprete correctamente.

 

Su personalidad

Definir la personalidad nunca es fácil. Todos tenemos una idea precisa de lo que es, pero nos cuesta expresarla con palabras. La personalidad se define, en términos generales, como las conductas y respuestas arraigadas que son predecibles en una persona. Por lo tanto, si una persona se pone nerviosa cada vez que se encuentra con algo nuevo, diremos que tiene una personalidad nerviosa, porque esa es la imagen que presenta al mundo. Si alguien parece tranquilo en cualquier circunstancia, diríamos que, por naturaleza, es una persona apacible. Pero, entonces, ¿qué sucede en realidad en esas personas? Hay muchas explicaciones y debates sobre esto, pero usaremos nuestro modelo para comprenderlo.

En realidad, la personalidad que usted manifiesta al mundo es una combinación del Humano, el Chimpancé y el Ordenador. Los Humanos y los Chimpancés tienen personalidades distintas, que pueden ser constructivas o destructivas, agradables o desagradables. Los Humanos no son necesariamente buenos y los Chimpancés necesariamente malos. Uno puede tener Chimpancés compasivos y Humanos muy fríos. Son una mezcla de muchos rasgos, y tanto el Humano como el Chimpancé pueden ser constructivos o destructivos, y ambos pueden variar la manifestación de sus personalidades de un día para otro.

Es esencial comprender que la personalidad de su Chimpancé no tiene nada que ver con usted. Es una máquina que se le dio para que trabajase con ella. Puede que usted tenga una personalidad muy diferente a su Chimpancé. El Ordenador se limita a modificar lo que el Humano y el Chimpancé presentan al mundo y, dependiendo de cómo lo haya programado, puede ser una influencia útil o inútil.

A medida que usted crecía y variaban sus niveles hormonales, el cerebro pasó por muchos cambios estructurales y por muchas fases de desarrollo. Hay diferentes hormonas que influyen en distintas partes de su máquina de modo que entren en funcionamiento en diferentes momentos de su vida. El Chimpancé y el Humano empezarán a cambiar y a percibir las cosas de forma distinta. Quizás el ejemplo más reconocible de esto es la diferencia entre un niño que acepta las ideas maternales o paternales, y un adolescente cuyo cerebro, por naturaleza, empieza a desafiar las ideas que le presentan otros.

Es evidente que los factores sociales juegan un papel importante en el desarrollo de la personalidad. Por ejemplo, asumir responsabilidad o alcanzar independencia puede modificar la manera en que usted se presenta al mundo. Cuando le piden que asuma la responsabilidad de hacer algo, puede parecer que su personalidad cambia de repente. Debido a los diversos factores que influyen en nuestras vidas, incluyendo el envejecimiento constante de nuestro cerebro, nuestras personalidades no dejan de cambiar. No obstante, normalmente nuestro plan maestro es estable, aunque el Chimpancé y el Humano nunca dejen de crecer y de desarrollarse.

Los Chimpancés, los Humanos y los Ordenadores son una mezcla de lo innato y lo adquirido. Podemos definir lo innato como el paquete genético que recibimos al nacer, heredado de nuestros padres, que seguirá su curso a menos que lo interrumpamos. Podemos definir lo adquirido como la experiencia que nos da la vida, nuestra reacción e interpretación de esa experiencia y el modo en que nos influye en el futuro.

El Humano, el Chimpancé y el Ordenador tienen rasgos heredados que les han sido transmitidos. Por ejemplo, el Chimpancé hereda varios rasgos emocionales; el Humano, la capacidad de pensar lógica o artísticamente; y el Ordenador, la capacidad de generar programas para los idiomas o la música. Estos rasgos son más o menos fuertes dependiendo de cada persona, de modo que quienes hereden rasgos de ansiedad tendrán más problemas para mantener la calma que quienes hereden unos rasgos más relajados.

Las experiencias que tenemos en la vida y el modo en que nos crían o en que reaccionamos en esas experiencias es un proceso de aprendizaje. Es evidente que nuestros padres y nuestra sociedad tienen una influencia muy grande en todo esto. Las experiencias que tenemos pueden ser muy graves y tener una gran influencia en nosotros, o pueden ser muy plácidas y por consiguiente no influir apenas en nuestras vidas. Muy a menudo el modo en que interpretamos nuestras experiencias es más importante que las propias experiencias.

Por lo general, la mayoría de Chimpancés están dominados por lo innato, con cierto grado de datos de lo adquirido, mientras que la mayoría de Humanos están controlados por lo adquirido, con cierto grado de datos de lo innato. Su Ordenador es una buena combinación de ambas cosas. Los tres entes son diferentes y, cuando interactúan, generan la personalidad final que presentamos al mundo. Por lo tanto, a veces usted presenta al Chimpancé y, en ocasiones, a su Humano. ¡No es raro que a veces nos parezca que tenemos doble personalidad! La verdadera personalidad, el usted real, es el Humano. El Chimpancé simplemente asume el mando y presenta al mundo algo que a menudo no es lo que usted quiere, y que en realidad no es usted.

Aparte de sus genes y de las experiencias que tiene, hay otros factores principales presentes en el Humano y en el Chimpancé que influyen en su manera de actuar. Por ejemplo, la tenacidad que usted tiene para satisfacer sus impulsos y sus ambiciones es un factor crucial para el éxito, y forma parte de su personalidad. Su flexibilidad y adaptabilidad ante diversas circunstancias también determinarán el éxito que tenga en sus empresas. Las conductas arraigadas y repetidas, o hábitos, suelen aceptarse como la forma en que se manifiesta su personalidad. ¡Vale la pena cambiar esas conductas cuando no sean útiles!

Por otra parte, la disposición mental que tenga usted, construida en el Ordenador, contribuirá también a la personalidad que usted tiene, e influirá en el modo en que actúan y piensan el Humano y el Chimpancé. Las personas que tienen una buena imagen de sí mismas y de otros, y que viven en un mundo que perciben como un entorno agradable, tienen muchas más posibilidades de tener el mismo tipo de personalidad.

Dado que todos estos factores tienen diversos grados de influencia en su personalidad final, ¿cómo puede decidir quién es usted en realidad? Descubrir quién es realmente como persona es fácil. Si escribe una lista de todas las cosas que le gustaría ser, puede que introduzca adjetivos como apacible, compasivo, razonable, positivo, asertivo y feliz. Entonces, así es como es realmente. Todo lo que le aparte de esos rasgos es resultado de que el Chimpancé se haya apoderado de usted. Esta idea es muy importante.

Es esencial que entienda que, sencillamente, alguien le sabotea y, por consiguiente, hemos de acabar con eso. Lo que sucede es que, cuando usted procura ser usted mismo, el Chimpancé no deja de interferir o de sabotearle usando emociones o pensamientos emocionales, y haciéndole presentarse al mundo de un modo que a usted no le gusta. Si el Ordenador contiene Duendes, incluso el mismo Ordenador puede afectarle y convertirle en alguien que no quiere ser. Si no reconoce este sabotaje, puede que se desilusione consigo mismo y sienta que va de fracaso en fracaso. Esto, a su vez, puede inducirle a castigarse, una actitud realmente improductiva. Castigarse por lo que percibe como un fracaso, o menospreciarse uno mismo, es una pérdida de tiempo y de emociones inútil o destructiva.

Me gustaría que se viera como la persona que quiere ser, pero el Chimpancé y algunos Duendes se lo impiden. Sabiendo esto, puede seguir su camino, frustrándose con el Chimpancé y los Duendes y no consigo mismo, y luego trabajar para gestionar al Chimpancé y eliminar los Duendes. Este proceso es mucho más constructivo y le permitirá mejorar su calidad de vida.

Una vez un colega me preguntó: “¿Cómo cambias a las personas?”. La respuesta es que no puedo hacerlo. Ayudo a las personas a gestionar su Chimpancé y a ajustar y hacer un mantenimiento de su Ordenador. No he cambiado el Chimpancé de nadie, no puedo cambiarlo y ni siquiera lo intento. Sin embargo, cuando se gestiona al Chimpancé y se ajusta el Ordenador, a base de tiempo, trabajo y paciencia, surge al exterior la verdadera persona.

 

Biografía del autor
 

Steve Peters ha trabajado en el campo clínico de la psiquiatría durante más de veinte años. Es licenciado en Matemáticas y Psiquiatría, tiene un máster en Educación médica y diversos títulos de posgrado en Medicina deportiva, Educación y Psiquiatría. En la actualidad, es profesor titular en la Universidad de Sheffield.

Además, el Dr. Peters trabaja en el área de deportes de élite, ha sido psiquiatra de la selección británica de ciclismo desde 2001, y actualmente lo es del equipo Sky ProCycling Team.

 

 

Ficha técnica

  • Editorial: Urano

  • ISBN: 9788479538422

Fuente:

bottom of page